jueves, 10 de agosto de 2006

cabezas de cera en chapultepec

Si inmediatamente pensaron en la canción de aquella simpática rubia, significa que hay cuestiones generacionales que empiezan a pesar mucho, jajaja...

Pues bien, después de que el plan quedó hecho añicos me di cuenta que no era tan malo el que mis acompañantes me hubieran cancelado. Ir sola a un toquín era algo que siempre disfrutaba. Esta vez no conocí a nadie pero tampoco era la idea.

Llegue mientras Mamá Pulpa tocaba. Por ello, un mes después todavía tengo algo viscoso pegado en el inconsciente (No tengo varo, no tengo varo, todo lo robo del supermercado...) Seguía turno a Salario Mínimo. Y me dí cuenta de que había vivido un error inconsciente durante mucho tiempo. Pensar que el ska era onda de pokemones y demás pubertos. Eso me pasa por dejarme llevar por el presente y perder de vista la perspectiva histórica. El ska no es música de chavitos para chavitos, al contrario es un género cuyo origen es netamente más honorable que el estado en que se encuentra ahora. Sin embargo eso no tiene que ver con el hecho de que varias personas perdieran por completo el glamour con sus muy personales estilos de baile, aquí sólo señalo, no critico, cada quién sus osos *.
Lo personalmente relevante sucedió en el intermedio. Me acerqué a los CDC como buena grupie para saludarlos y pedir unas firmitas. Son tipos agradables, aunque no les creí su papel de “todavía no me acostumbro a esto”.

Ni me acuerdo qué hora era cuando subieron al escenario, llovía a discreción, mucha gente se fue. La primera rola, Enjambre, suscitó reacciones diversas en el público, pero los sonidos distorsionados más que alejarlos infundieron la suficiente curiosidad para continuar escuchando. Luego vino la deliciosamente acariciable Nocturno Incandescente. Y fue el momento en que me puse a pensar sobre qué es lo que me atrae verdaderamente hacia ciertos músicos, y no pude más que concluir que es la seducción de una buena rola lo que inspira ese deseo de posesión de quien la crea y recrea. En seguida vino Al Mictlán, rola de primera audición, que resultó muy evocadora. Al final vino Rompecabezas, una pieza por demás representativa de los CDC, llena de texturas y sensaciones. Luego de cuarenta minutos progresivamente intensos, pensé que sería la única pidiendo otra, pero el público verdaderamente cautivado, fue una sola voz. No sé si la magia que siguió flotando a nuestro alrededor tenía algo que ver con las burbujas de jabón.

Caminando entre cientos de personas, rumiaba mi desgracia al no haber tenido oportunidad de ver a Real de Catorce, pues contrario a lo que decía el programa habían tocado muy temprano, sin más que hacer regresé a casa, pues a los gatos no les fascina mucho mojarse en la lluvia. Caminaba envuelta en el halo de un deseo, que llegue pronto septiembre para volver a escucharlos, un deseo sin necesidad... el tiempo no tiene piedad de nada.
*Nota del editor: esta palabra no alude a ningún sujeto en particular.
Las fotos se las debo, están en la oficina.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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