miércoles, 17 de febrero de 2010

Dos Saltos a la Fama

Relato enviado a "tuiterasprostitutas

El primero. Tendría no más de 20 años cuando aparecí bajo el reflector por primera vez. Mi atuendo en esa ocasión era sencillamente exquisito: vestido blanco de seda que caía suavemente sobre mis senos y torneaba mis caderas y muslos, zapatos altos y una cadenciosa boa de plumas. Estoy convencida de que las plumas eran una exageración, pues mi rostro quedaba suficientemente bien enmarcado por mi barba. Sí, mi barba que era la causante de toda esa situación.

A nadie le importó entonces mi curvilínea figura, la frescura de mi piel, la negrura de mi pelo, el aroma entre mis muslos. Vaya, tenía una horripilante barba y una nula posibilidad de que un hombre me pretendiera. Era el principio de los ochentas y nos arrastrábamos de feria en feria, de pueblo en pueblo, con los últimos fragmentos de una insana costumbre que irremediablemente tenía que morir. Los circos de fenómenos ya no eran bienvenidos en una sociedad que había llegado a tal punto de civilización, que hacían colectas anuales para que esos fenómenos tuvieran un lugar en donde sentirse más cerca de la normalidad, aunque muchos de ellos terminaran invariablemente siendo parte de un circo.

El que pensé sería mi segundo salto, terminó en tragedia. Todo comenzó con la muerte de mi padre, cosa que no representaba una tragedia en lo más mínimo, pero sí desencadenó mi liberación del circo y con ello pude, al fin, deshacerme de la barba. Depilación con cera, cremas para inhibir el vello y un continuo sufrimiento fueron las herramientas, en esos tiempos la depilación con lasser era una fantasía. Una vez que mi apariencia fue la de una mujer normal, se dio la consecuencia lógica: me deshice de todo pudor y rastro de conciencia. Perdida como estaba en un ambiente que no conocía, tuve que echar mano de lo único que me pertenecía: mi cuerpo.

Ahí sí, tengo algo que agradecer al circo, pues fue dentro de él donde aprendí qué era lo que realmente vendía en este mundo de porquería: el sexo, sobre todo cuando se tienen dos. No era mi caso, pues tristemente, yo no pasaba de ser la repugnante mujer barbuda, quien había sido “bendecida” con ese don era, la mujer que había de convertirse en mi primer amor.

Kalesha, había sido siempre la estrella del circo, pero pocos sabían por qué. Las funciones de ella eran a puerta cerrada, con un selecto público dispuesto en dos círculos alrededor de una pequeña pasarela con un diván de terciopelo rojo. Cada noche aparecía ahí la bella Kalesha, caminaba sensualmente por la pasarela ataviada con una bata oriental y sonreía de un modo electrizante. Se sentaba en el diván y mostraba sus torneadas piernas, sus blancos hombros. Todos los ojos se posaban en ella de una forma que siempre envidié. Muy pronto, la bata resbalaba por su piel y mostraba sus pequeños senos y su turgente miembro.

Había dos ayudantes, hombre y mujer quienes aparecían completamente desnudos a excepción de las capuchas que ocultaban su identidad. Su función era representar con ella, las múltiples posibilidades del amor carnal. Su rutina favorita, porque creo que realmente la disfrutaban, era cuando el hombre penetraba a Kalesha desde atrás y así permanecían representando una pareja como cualquier otra, después la mujer se deslizaba debajo de ella y recibía la verga de Kalesha. En este punto, el público presente guardaba un sepulcral silencio, no era raro ver algunos que abandonaban la carpa, atormentados, quizá, por las imágenes vistas. Al final del acto, el hombre se retiraba y dejaba a ambas chicas sumidas en un fuerte abrazo, ellas continuaban unidas, hasta llegar al orgasmo.

En mis sueños, yo era aquella mujer y era poseída por Kalesha, podía sentir el roce de sus senos en el abrazo y despertaba con la mano en el sexo y el pelo y la barba completamente alborotados.

El dueño del circo, era el único que podía visitar a Kalesha, no era extraño verlo salir de su tienda por las mañanas. Poco a poco, yo logré acercarme a ella, la devoción que sentía era mucho más poderosa que cualquier advertencia. Los días en que el dueño del circo se quedaba dormido abrazado a una botella de whiskey, era ella la que se deslizaba a mi tienda. Sin temor a ser sorprendidas dábamos rienda suelta a la imaginación que despertaba en mí al contemplar su espectáculo. Ella me amó, sin que le importara ese atributo masculino que manchaba mi rostro, posiblemente, por que su cuerpo también era un evidente ejemplo de dualidad.

La muerte de mi padre rompió con todo aquello que me ataba al circo. Una noche, habiendo nulificado al dueño del circo, montaba a Kalesha mientras ella sujetaba fuertemente mi barba, entre jadeos y un absoluto frenesí, me acercaba ansiosamente al orgasmo. Miré a Kalesha y sus ojos se llenaron de miedo, sentí una mano jalando mi cabellera y caí al suelo. Lo siguiente que escuché fue un golpe seco, vi a mi padre en el suelo junto a mí, su lampiño rostro estaba totalmente contraído. “Eres igual de puta que tu madre”, fue lo último que me dijo. Como consecuencia lógica, ese escándalo provocó mi expulsión del circo y que no volviera a ver a quien pensé sería el amor de mi vida.

Pero volvamos a mi verdadera tragedia. Había aprendido muy bien sobre el magnífico placer que se brinda a través de los ojos y así, muy pronto conseguí resguardo en un elegante burdel. Pocas chicas se percataron de mis extraños hábitos depilatorios pues además de un rostro impecable, lucí siempre un pubis infantil, cualidad que no muchas mujeres ostentaban.

En aquellos días, frecuentaba el burdel un fotógrafo famoso que contaba con la admiración de muchas chicas, quienes ilusamente pensaban que las podría catapultar a la fama. Una de esas ilusas era yo y no sólo lo admiraba, terminé perdidamente enamorada.

Él tenía predilección por mí, y no se cansaba de alabar mi cuerpo y acariciar mi sexo desnudo, me hablaba de todas las posibles sesiones fotográficas, videoclips y películas en las que yo podría aparecer. En aquel entonces, una marca de pantimedias buscaba a la chica que sería su nueva imagen. Tomó algunas fotos de mis piernas, otras de cuerpo completo y las envió. Mis fotos fueron elegidas y me sentí casi tocando la fama y la gloria. Pero ese momento nunca llegó. El día anterior a mi audición hubo un zafarrancho en el burdel y terminamos, como siempre, las pobres putas en el bote.

El segundo salto, el bueno, fue además, un salto tecnológico. Entré “por la puerta grande” a la virtualidad. La modernidad inunda todos los ámbitos posibles, y así, muy pronto nos vimos todas las putas, concertando citas por email, y algunas incluso, dando servicio por webcam. En Internet, se pueden encontrar nichos perfectamente definidos, no me costó mucho hacerme de una buena clientela que apreciara además de un cuerpo bien conservado y un pubis naturalmente peludo, una tupida barba. Así que decidí no ocultarla más. Si les interesan mis servicios o conocer detalles de mis encuentros, pueden seguirme en Twitter, mi nick es @Barbarella.

viernes, 5 de febrero de 2010

¿El toreo es arte, cultura, tradición? Su puta madre.

Argumentos utilizados con frecuencia por los taurófilos.

Quienes desean la abolición de las corridas de toros suelen confrontarse con personas que gozan de estos espectáculos. A continuación, se hace un listado de los argumentos más utilizados por los taurófilos, y sus respectivos contra-argumentos. Vale la pena recordar, sin embargo, que pocas veces es útil y productivo iniciar tal tipo de debates con personas que, al verse acorraladas por la razón, reaccionan en forma poco inteligente, utilizando palabras altisonantes o incluso la violencia.

El toreo es arte

Es el argumento más usado por los taurinos y el primero que les sale de la boca, al tiempo que es el más confuso. ¿A qué se refieren? A veces lo quieren decir es que el toreo ha sido el tema para obras de arte, en concreto y de forma recurrente citan la "Tauromaquia" de Goya y "El llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías" de Federico García Lorca, o algunas de las novelas de Erriest Hemingway. El contra argumento es sencillo: también se han realizado espléndidas obras sobre las guerras o el martirio de los santos y evidentemente no por ello estas son costumbres que se deben conservar. Otras veces se refieren a que el toreo es un arte en sí. A pesar de la plasticidad que puede tener, el toreo no pasa de ser una colección de técnicas destinadas a la consecución de la muerte del toro, y que no existe en los toreros ninguna intención artística o de expresar ningún sentimiento, limitándose a ser una macabra artesanía. Curiosamente, el innovador Carlos IV prohibió las corridas mientras que Fernando VII, quien cerró las universidades y prohibió la Constitución liberal, las volvió a permitir y bajo su reinado se abrió la primera escuela de tauromaquia en Sevilla. En 1980, la UNESCO, agencia de la ONU encargada de la ciencia, el arte y la cultura, dictaminó al respecto: "La tauromaquia es el terrible y vanal arte de torturar y matar animales en público, según unas reglas. Traumatiza a los niños y los adultos sensibles. Agrava el estado de los neurópatas atraídos por estos espectáculos. Desnaturaliza la relación entre el hombre y el animal. En ello, constituye un desafío mayor a la moral, la educación la ciencia y la cultura. "La cultura es todo aquello que contribuye a volver al ser humano más sensible, más inteligente y más civilizado. La crueldad que humilla y destruye por el dolor jamás se podrá considerar cultura".

Precisamente por ello, los toreros y sus cuadrillas suelen provenir de las capas más desfavorecidas de la población, donde la incultura es mayoritaria. La cultura de la crueldad, como la cultura del dinero no tienen nada que ver con La Cultura. Es más fructífero enfocar el tema de forma que, admitiendo sin conceder que las corridas sean un arte, esa no es razón suficiente para conservarlo a costa, en este caso, del sufrimiento del toro.

El toreo es cultura

Es un sub-argumento del anterior, que se completa con la declaración de que el toreo es tradición. Si se acepta que cultura es "el resultado o efecto de cultivar los conocimientos humanos y afinarse por medio del ejercicio de las facultades intelectuales del hombre," no queda mucho en pie del sub-argumento. Aun así por una extraña magia las corridas se convierten en cultura, no son razones para defender la crueldad con los animales. Culturalmente, en la antigua Roma, se mataban a los cristianos, pero eso se superó. También era tradición y parte de la cultura taurina que los caballos de los picadores salieran sin peto, y esa tradición o cultura ha desaparecido por salvaje. Si realmente el toreo fuera cultura, generaría a su alrededor un ambiente cultural, de la misma forma en que el arte, la ciencia, la historía y otras disciplinas que desarrollan y afinan el espíritu de quienes las practican, lo hacen. Esto en el caso de los toreros no se da, no hay una ilustración especial en ellos por el hecho de dedicarse a esta supuesta actividad cultural. En Andalucía, la llamada cuna del toreo, desconocen que Blas Infante, el "padre de la patria Andaluza" como gustan llamarlo, era un acérrimo
antitauríno y autor de un decálogo en favor de los animales.

El toreo es tradición

Las corridas tienen su verdadero origen en las prácticas militares de las maestranzas en las que se adietraban a los soldados para la guerra haciéndoles practicar la lanza con el toro. Para paliar el peligro que corrían jinetes y caballos se contrataron mozos equipados con trapos cuyo cometido era distraer al toro.

La llegada de Felipe V contrario a las prácticas taurinas, alejó a los nobles del alanzamiento de toros pero los mozos siguieron mostrando sus habilidades en algunos pueblos a cambio de dinero. De hecho, hasta fluales del siglo XVIII las corridas no gozaron de popularidad. La primera plaza de toros no fue construida hasta 1749, época en la que la Inquisición se muestra más poderosa y multiplica los autos de fe. En esos tiempos, las torturas y ejecuciones, tanto de seres humanos como de animales, estaban a la orden del día. Aun así, lo que interesaba era la muerte del toro y la faena era muy corta. La tortura sistemática habría de instaurarse en tiempos supuestamente menos oscuros.

Cuando se dice que el toreo es tradición es porque se carece de una perspectiva histórica: el toreo de a pie tal como lo conocemos tiene relativamente pocos años y además esta cambiando continuamente. El defender lo tradicional por el simple hecho de serlo significa que se renuncia al derecho a la crítica y al progreso, descansando nuestra responsabilidad en generaciones anteriores. Curiosa también es la selectividad de lo que consideramos como tradición. Criar los animales en libertad con alimentos naturales, el cultivo del barbecho en lugar del abono indiscriminado, la fabricación artesanal, el uso indiscriminado de pesticidas y la tala inmoderada, son conductas tradicionales que se van abandonando, en aras al progreso material.
Estar sometidos al dictado de la tradición o de la cultura inmovíliza a una sociedad.

El toreo es la expresión de la religiosidad de un pueblo

Al coincidir las ferias taurinas con las fiestas católicas se ha establecido una curiosa relación entre ellas. inexplicablemente, la Iglesia Católica apenas ha puesto impedimentos a esta relación que va en contra del espíritu de piedad, respeto a la vida y compasión que anima a la religión. Así y a pesar de la doctrina general de la iglesia, y del reconocimiento del alma animal, los párrocos aceptan capotes bordados como ofrenda a la Virgen y permiten que las corridas sean en homenaje a los santos locales. Sería necesario que los estamentos religiosos clarificaran la postura oficial y la hicieran cumplir.

Tomado de http://tinyurl.com/ya6nj95