martes, 30 de mayo de 2006

EL FUTURO

Y se muy bien que no estarás.
No estarás en la calle
en el murmullo que brota de la noche
de los postes de alumbrado,
ni en el gesto de elegir el menú,
ni en la sonrisa que alivia los completos en los subtes
ni en los libros prestados,
ni en el hasta mañana.
No estarás en mis sueños,
en el destino original de mis palabras,
ni en una cifra telefónica estarás,
o en el color de un par de guantes
o una blusa.
Me enojaré
amor mío
sin que sea por ti,
y compraré bombones
pero no para ti,
me pararé en la esquina
a la que no vendrás
y diré las cosas que sé decir
y comeré las cosas que sé comer
y soñaré los sueños que se sueñan.
Y se muy bien que no estarás
ni aquí dentro de la cárcel donde te retengo,
ni allí afuera
en ese río de calles y de puentes.
No estarás para nada,
no serás mi recuerdo
y cuando piense en ti
pensaré un pensamiento
que oscuramente trata de acordarse de ti.


Julio Cortázar

(poesía seleccionada para el dolor cortesía de Lagartija)

Pues sí, abajo del poema está el sentimiento, lo que late, lo que vibra
..::¨¨lo que inició Julio, Julio lo termina¨¨::..
No hay más, no quiero escuchar mentiras, cobardías más nada...
Quiero escuchar el sonido de mis sollozos (de tristeza, de alegría, qué sé yo ) y el ruido de mis pies, mientras brinco sobre el piso marcado con tiza, ya sabes, hacia el cielo.

jueves, 25 de mayo de 2006

poesía para el insomnio II

Nuevamente la noche me tomó por asalto.
Se metió entre mis sabanas, entre mis párpados, entre mis poros...
Antes de que el calor y tu recuerdo se metieran entre mis piernas, (son ya 17 días sin tus brazos) preferí sumergirme la fría Nostalgia de la Muerte.
Décima muerte

A Ricardo de Alcázar


Si tienes manos, que sean
de un tacto sutil y blando
anestesiado me crean;
y que tus ojos me vean
sin mirarme, de tal suerte
que nada me desconcierte
ni tu vista ni tu roce,
para no sentir un goce
ni un dolor contigo, Muerte.

Por caminos ignorados
por hendiduras secretas,
por las misteriosas vetas
de troncos recién cortados,
te ven mis ojos cerrados
entrar en mi alcoba oscura
a convertir mi envoltura
opaca, febril, cambiante,
en materia de diamante
luminosa, eterna y pura.

No duermo para que al verte
llegar lenta y apagada,
para que al oír pausada
tu voz que silencios vierte,
para que al tocar la nada
que envuelve tu cuerpo yerto,
para que a tu olor desierto
pueda, sin sombra de sueño,
sentir que muero despierto.

La aguja del instantero
recorrerá su cuadrante,
todo cabrá en un instante
del espacio verdadero
que, ancho, profundo y señero,
será elástico a tu paso
de modo que al tiempo cierto
prolongará nuestro abrazo
y será posible acaso
vivir aun después de muerto.

En vano amenazas, Muerte,
cerrar la boca a mi herida
y poner fin a mi vida
con una palabra inerte.
¡Qué puedo pensar al verte,
si en mi angustia verdadera
tuve que violar la espera;
si en vista de tu tardanza
para llenar mi esperanza
no hay hora que yo no muera!



Xavier Villaurrutia

miércoles, 24 de mayo de 2006

Gatarsis

Todos los gatos son hijos de perra. Sobre todo las gatas. Entran y salen a su antojo, no se pueden domesticar y sienten debilidad por los espejos estrellados.

Se alimentan de rosas, desprecian las sinfonías de Haydn, afilan uñas entre labios menores y orinan zapatos ortopédicos.

He conocido gatos que odian la carne de pescado pero duermen al sol, durante horas, dentro de una pecera.

Son infieles por naturaleza. Su principal ocupación, en noches despejadas, es arañar el rostro de la luna.

Si un gato vomita cuando te internas en su territorio, indica que tu signo del zodiaco no es afín al suyo, o bien, que no ha probado leche de mujer ni tinta china.

Los gatos se divierten reventando globos.
Las gatas prefieren los condones.

Si castras a un gato, se convierte en cantante de ópera.
Si azotas a una gata, se convierte en tu sombra.

Los gatos negros son de mala suerte. Los blancos, amarillos, grises o pardos, también.

Resisten atropellamientos, tijeretazos, puntapiés, venenos para ratas, caídas de rascacielos.
Lo infalible es meterlos en un costal, colgarlos de un árbol y apedrearlos.

Francisco Hernández