Este post es realmente largo y totalmente personal. Necesito sacarlo y contar de paso muchas cosas. Necesito explicármelo todo. Necesito comprender que todo es un proceso y así como empieza, acaba.
Voy a escribir nuestra historia, ya que tengo que dejarla ir y eso implica olvido, me parece una canallada que se pierda, es una hermosa historia. Tengo la consigna de no derramar ni una lágrima mientras la escribo. Tal vez cuando la edite me permita una o dos.
Llegaste a mi blog un día de febrero del 2006, probablemente desde el blog de Hamlet, no recuerdo muy bien lo que posteaste pero sí que al ver tu perfil me dije: “qué interesante”. Regresaste unas cuantas veces y me decidí a leer tu blog. Leí desde el principio, tu viaje a Canadá y todo lo demás. Así me enteré que eras historiador, que eras puma y tenías un pollo de plástico llamado Cuauh y que tenías novia, pero sobre todo que te gustaba
La siguiente vez que nos vimos fue para un partido de pumas, quedamos de vernos en el metro Miguel Ángel de Quevedo, yo llegué unos minutos tarde, tu novia no llegaba y como teníamos que comprar los boletos nos adelantamos. En el micro hacia el estadio me abrazaste y me dijiste que eras muy afectuoso con las personas y que no me lo tomara a mal. Cosa que entendí al instante, tuve en mente todo este tiempo y que ahora me viene a hacer un eco terrible en los oídos.
Tu novia llegó y por fin la conocí, había tensión por pequeños comentarios poco gentiles. Pero no pasó a más. Luego hubo algunos conciertos, algunos de LB a los que no fuiste y luego fue el del Faro de Oriente al que sí fueron, a pesar de que a tu novia no le gustaba LB. Ese día yo había ido a una práctica de rappel en la mañana y había llegado directo de ahí, así que iba sin maquillar ni nada, tú me tomaste un horrible video que aborrezco y lo subiste a youtube. Luego del concierto la bola de amigos, Fran, Camila, Valeria, Skantor, tú, tu novia y yo, nos fuimos a tomar un café. Cuando te despediste de mí, me diste el beso casi en la boca. Y la neta, me sacaste de onda. Entre este concierto y el siguiente en que nos vimos nos estuvimos mandando muchos mensajitos, en uno de ellos me preguntabas cuál era mi nombre, porque decías, me habías llegado a apreciar mucho y sólo me conocías por lilith. Luego fue que en un percance con Emiliano tuve el problema de la hernia. Cuando postee eso tu novia me dejó un mensaje : “fájate, pero no a mi novio”. La neta me molestó, ni al caso.
La siguiente vez que nos vimos tocaba Real de Catorce en el Alicia. Y fue cuando la historia comenzó a escribirse. Yo iba un poco delicada, no podía brincar ni nada. Y estaba usando una faja para el abdomen y la espalda. Los ví a ti y a tu novia en el metro Cuauhtémoc y caminamos al Alicia. Mientras esperábamos platicamos de muchas cosas, me di cuenta que ella seguía haciéndome comentarios poco gentiles pero les resté importancia. Está celosa, pensé. La verdad por mi cabeza no cruzaba la idea de tener algo contigo. Ella tuvo que irse temprano y tú saliste a dejarla a la puerta. Cuando regresaste dijiste “Por fin solos” y no sé si te lo dije o sólo lo pensé “eres un cínico, qué mala onda”. Llegaron Camila y Esparta y otros amigos. Cuando empezó Real de Catorce, empezó la magia. José me tenía embelesada, como a toda la concurrencia, y en algún momento me abrazaste. Yo me dejé abrazar, simple y sencillamente porque sentí algo, un algo que redimensionó todo. Transcurrieron los minutos y te tuviste que ir antes de que Real terminara. Al despedirnos, me diste el beso muy cerca de la boca y yo te lo regresé en la boca. Conmigo no se juega, chingao.
Luego me contaste que en el taxi, habías pensado en regresarte pero ya era muy tarde. Te envié un mensajito diciendo que me avisaras cuando llegaras a tu casa, y tu me pediste que hiciera lo mismo. Cuando te llegó mi mensaje dijiste, algo así como “no manches vives lejísimos, como te animas a salir tan tarde de los conciertos”. Y yo te conteste, sí pero lo mío es el rock. Una frase que te encantó y la hiciste tuya desde entonces. En ese tiempo platicamos por el messenger sobre lo que había pasado, era algo confuso para ambos. No sabíamos si exisitía realmente algo o si era producto del blues. Pero también te dije que no pasaría nada mientras tuvieras novia, tu dijiste que sentías desgastada esa relación, pues casi no se veían, y yo te dije “arregla tus asuntos y luego hablamos”. Yo escribí mi reseña y tu escribiste la tuya.
Estaba emocionada pues estos momentos en los que se empieza a ver la intención son los más emocionantes siempre, recuerdo que Camila me decía que no hiciera jaladas, que tú tenías novia y yo le decía que no iba a hacer nada, que lo más seguro era que no pasará de ahí, un simple pero emocionante coqueteo.
Pero sí pasó. Me pediste que nos viéramos, para darnos cuenta si era real o solo producto de la magia del Real. Yo pensé que era una mala excusa y una mala idea, pero fui muy egoísta y decidí que valía la pena jugársela, así que nos vimos. Ese día usaste tus “tácticas” de seductor conmigo, yo me sentía halagada. Sin embargo seguías teniendo novia así que no podía pasar a más. Yo no sé lo que sentiste tú, pero yo desee con todas mis fuerzas que todo eso fuera real y no sólo Real. Llovía terriblemente, nos habíamos quedado de ver en un Sanborns. Cuando llegué no supe qué hacer, pero evité besarte, simplemente nos dimos un “beso de gatito” es decir, chocando la nariz. Subimos a comer y platicamos. Luego fuimos al Museo de las Culturas Populares y ahí sí, nos besamos. Ese día fuimos a tu casa con otro pretexto muy malo, escuchar un disco. Me presentaste a Godspeed You! Black Empiror. Y mientras yo estaba nuevamente embelsada (qué clase de vampiro seré...) me besaste, lenta y deliciosamente. Se había hecho muy tarde y me pediste que me quedara a dormir, que no me preocupara, que me respetarías. Y ese día dormimos juntos. Mi delicada salud fue el limitante oportuno, un limitante que agradecí, dormimos vestidos y abrazados. Para los dos era un momento de embeleso, de enamoramiento pleno. Yo no creí volver a sentir eso, lo mismo te pasaba a ti. En mí había una lucha interna. Yo me sentía muy culpable, no quería lastimar a tu novia, esa sensación me persiguió durante mucho tiempo, pero como dije, egoístamente no me arrepentía. Decidiste entonces hacer las cosas bien. Un miércoles de agosto me llamaste para que comiéramos juntos, me dijiste que siendo honesto, como siempre has sido, habías hablado con ella. Que había sido duro. Yo no quise preguntar. La verdad yo me sentía culpable Pero, no por eso iba a dejar ir mi felicidad. Qué egoísta. Nunca tuvimos una fecha que celebrar, de hecho nunca lo celebramos. Simplemente empezó una de las etapas más hermosas que he vivido.
Esos primeros meses fueron increíbles, tu presencia se manifestaba todo el tiempo, era común que al mismo tiempo nos enviáramos mensajes o nos llamaramos, hablábamos por messenger todas las noches. Estabamos presentes en lo que escribíamos cada quien en su blog, más de una vez me dijiste que te encantaba que yo hiciera referencias a ti. Me tocó conocer a tu familia muy pronto y hubo problemas por ahí, tu madre decía que no había estado bien lo que habíamos hecho. Ella nunca me aceptó, porque yo soy mayor que tú, pero tampoco fue grosera conmigo. Los vi un par de veces solamente. Nos veíamos los fines de semana y a veces un día entre semana. Íbamos a conciertos, a librerías, a tomar café, o caminábamos por la ciudad, lo importante era estar juntos. Muchas de esas hermosas historias están en este blog. Casi todas estas historias tienen como protagonistas a demás de a nosotros, a la música o a algún libro.
Hay dos momentos que no puedo dejar de mencionar, uno el ultimo concierto en el DF de LB en el Lunario. Ahí, en medio de 300 personas, desaparecimos como individuos en un abrazo enorme, mientras sonaba la rola que siempre me hace llorar: Estallido interno y también, nuestro viaje a Guadalajara, nuestra lunita de miel, decíamos sabíamos que era el último concierto de
Vivimos cosas muy intensas, en verdad, nos entendíamos a la perfección en todos los planos y eso se notaba. Nuestros amigos, creo, se alegraban por vernos así de FELICES, porque fuimos inmensamente felices. Tal parecía que San Miguel Arcángel nos protegía. Una de las cosas que nos hacía unirnos más era el gran amor que tenemos por los libros y por la música, en ese plano, tú hiciste más por mí, me mostraste libros y música que sabías que me encantarían, yo te mostré algunas cosas que también hicieron honda huella en ti.
Pasamos navidad y año nuevo separados, por tu viaje a Europa, pero estuvimos en contacto todo el tiempo. Recibía tus mensajes con una emoción indescriptible. Me contabas de lo que estabas conociendo y me decías que lo que más deseabas era que yo estuviera ahí contigo. Soñamos con visitar juntos Venecia y de ahí vino el regalo más preciado que me diste. Tu corazón. Un corazón rojo de vidrio de Murano que me entregaste en nuestro reencuentro en un hotel de
Febrero pasó rapidísimo y llegó marzo. Creo que en marzo empezó el desencanto, no sé si desde entonces tu necesidad de libertad, empezaba a aflorar. Yo notaba cosas que no me gustaban, pero todo lo hablábamos y lo resolvíamos o eso creímos. Una de las cosas que más recuerdo fue cuando te presenté a Juvenal Acosta, que a mí me había llegado por influencia de Camila. Tú te identificaste plenamente con Julián Cáceres, pero yo me resistí a ser
En abril y mayo nos empezó a ganar la rutina. Había cosas que yo te señalaba y que lográbamos hablar, sin embargo solo resolvíamos a medias. Yo empecé a sentir el miedo. Poco antes de cumplir los ocho meses me dijiste algo que me hirió profundamente. Que necesitabas espacio, que te habías dado cuenta que durante todos esos meses tu vida había girado alrededor de la mía y que querías recuperarte a ti mismo. Y yo lo único que pude hacer fue darte esos espacios. Pero empezaron mis dudas y mis celos, porque en el fondo, sabía perfectamente que ese era el principio del fin, que empezaba a perderte. Que lo más seguro era que te perdiera por otra, una que se llama: Libertad. También me dijiste otra cosa cuando yo te pedí que nos viéramos más, me dijiste que yo no era tu prioridad. En ese momento pensé “párale de contar, no más fidelidad” pero seguía siendo solamente tuya.
Aunado a esto estaba la incertidumbre con aquello que tú llamabas nuestros cimientos:
Creo que me di cuenta tarde de mi error, pero me di cuenta. Mis celos eran exagerados pero no infundados. Detrás de ellos estaba la certidumbre del alejamiento, del desencanto con nuestra relación, de tu desamor. Tu me repetías como tantas otras veces que si eso fuera me lo dirías. Te molestabas porque no te tenía confianza, pero no era eso. Todavía te tengo confianza. Creo que no querías darte cuenta, no querías que terminara el cuento de hadas y refundiste esa posibilidad en tu subconsciente. Yo no, hablaba de esto con mis amigas y durante mucho tiempo me sentí infeliz porque no sabía como frenarlo. Una noche estabas en el messenger con una de esas amigas tuyas a la que apoyabas mucho porque había vivido grandes pérdidas, me dijiste, “aguántame, está llorando”. Lo que no sabías es que yo estaba llorando también.
El final fue triste, luego de un reclamo del que ya me había arrepentido, te explicaba mi sentir y tú simplemente dijiste, “me doy”. El mundo se me cayó. Me desarticulé. Discutimos por teléfono y terminamos. Yo no deseaba terminar, yo quería arreglar las cosas. Mis celos eran algo que yo podía controlar, si me empeñaba en ello. Tu desamor no era algo que pudiera arreglarse, es definitivo. Este martes nos vimos, nos quedamos de ver cerca de
Cuando me dijiste “No quiero perderte” pensé que todo se solucionaría. Cuando me dijiste “No quiero continuar” me dejaste vacía. Pasó un largo rato en que sólo nos mirábamos. No sabía que mas decir. Me levanté y sólo acerté a decirte “chau”, me diste un beso en la mano, como los que da Constancia, como los montones que me diste en aquel Sanborns del pasado agosto cuando llovía a cántaros y me pedías que fuéramos a tu casa. Con ese beso se cerró el ciclo.
Èsta, aún faltándole muchos hermosos detalles y algunos terribles, es nuestra historia. La escribo un 29 de junio, a poco más de un año de conocernos. Con ella me despido del hombre que amo y que ya no puedo seguir amando. Mañana te veré como mi amigo, como el maestro de inglés. Creo que en todo momento fuimos lo más sinceros posibles y aún hay sentimientos que nos unen. Por eso voy a seguir apoyándote en lo de las clases. Mañana llega i, nuestra pobre i, que tantos clones nefastos ha tenido. No quiero privarlos ni a ti ni a ella de su mutua compañía, todos tenemos una pérdida que sufrir, y no me siento con el derecho de excluirte de ello. Cuando leí tú último post (sí donde me comparas con una Bic Mac, tarugo) me di cuenta que de mí dependía no perdernos del todo.
Será difícil, pero vamos, todos ustedes me conocen bien, saben que siempre agarro el toro por los cuernos y que el amor me apendeja pero no me tumba. Saben que me doblo pero no me rompo. La prueba está en que terminé de escribir todo esto sin derramar una lágrima. Perdonen si no la edito, ya sería mucho.
Hoy también quito definitivamente a mi mascota lu, este gatito negro juguetón que está al final de la columna del blog, ahí ya no puede decir que eres mi dueño. Nunca nadie volverá a ser mi dueño.
HERIDA
Si duele, déjala doler.
La piel es delicada,
la luz hiere, el aire la estropea.
La piel es lo más frágil:
se encuentra al descubierto,
perdió en el tiempo sus corazas y vellos animales.
Déjala, que duela, que reduela,
toda herida así es superficial,
no llega al hueso,
no carcome la entraña.
Cuando sea muy profunda,
una cortada grande,
una quemada de obrero de altos hornos,
un tajo industrialmente sanguinolento,
déjala doler, que sangre,
que descargue su llanto colorado,
que abrume con su rojo,
que ahogue en sangre el grito de su sangre.
Que duela a gusto.
Las más grandes heridas corporales
son, a la larga, inofensivas.
No hay heridas de muerte
y si una flecha, de lado a lado,
y por la izquierda rompe el pecho,
no hace herida profunda.
Sólo una vez el cuerpo, aquel,
el tuyo, el mío,
serán heridos, como dicen, de muerte.
Una única vez,
en una ocasión sólo,
serán heridos todos esos cuerpos.
y el arma que los hiera
los destrozará gritando
con su acero o con su fuego;
la daga, el marro, el proyectil se dolerán,
ellos, no aquéllos, cuando hagan
esa única herida
en tales cuerpos.
Pero la herida, la no recuperable,
la verdadera herida,
la que no admite costuras,
no alcanzará a doler.
EDUARDO LIZALDE