Todo empezó con los nocturnos a la muerte que se deslizaron sin que nadie se diera cuenta.
Un día, un viento suave con aroma de Hugo Boss, llevó hasta el recinto de las deidades un hechizo de amor creado por una de las deidades otras, deidades felinas que son veneradas por las deidades que habitan Lilihput. El Hechizo R07, sueño de rubíes deliciosos y de profunda entrega, ideado para desafiar a todas las malignas e impredecibles representaciones.
Las deidades se deslizaron en un huracán atemporal de pasión y grandes esperanzas. Grandes y bobas esperanzas. No supieron más de sí mismas, fueron arrancadas de su realidad para habitar otra con un nombre ajeno.
A pesar de que conocían bien a aquella deidad otra: El hechicero del Mandala, se dejaron seducir por el portador/objeto del deseojamásexistidosiempreanhelado.
Fueron felices; todas las deidades fueron asquerosamente felices y bailaron los bailes del hechicero una y otra vez: tregua, catala y espera; catala, espera y tregua; espera, tregua y catala: sensaciones ardientes. Y poco a poco, perdieron todo su resplandor y poder. Se convirtieron en seres normales que recitaban palabras huecas y sin sentido. Su inteligencia y sensibilidad anteriores quedaron complacientemente embotadas.
Pero el hechizo terminó y las arrojó al abismo sobre el que inconscientes bailaban. Finalmente derrotadas, el dolor se apoderó de ellas, y fue el dolor mismo quien las elevó lentamente hacia una luz deslumbrante, luz de la sapiencia. En medio de una cruel metamorfosis en la que sin cesar arrojaban papel y tinta sangre volvieron a ser deidades, pero no aquellas de colores vivos y esencias de mar, se convirtieron en horribles deidades oscuras sin misericordia.
El Hechicero se conmovió entonces, y con sus manos invisibles desde miles de centurias atrás, tomó la sustancia primigenia hecha de moronas de su pensamiento y usando su atrayente fuerza, las sumergió en ella.
Las deidades de Lilihput salieron impávidas, con su fortaleza milenaria pero oscuramente bellas. Para su sorpresa, ahora se hacían transparentes a voluntad. El hechicero sonrió para sus adentros al ver a sus pequeñas hacerse carne y hacerse nada en un segundo. Les construyó una habitación transparente. Y pensó que era bueno.
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