Kozapatista:
Agradezco tu misiva y atiendo al llamado.
Recuerdo que cuando publicaste tu opinión sobre El mal menor, la leí y te escribí en twitter que comprendía lo difícil que había sido esta decisión, y que admiraba tu valor, aunque no compartía en nada tu postura. Reitero todas esas declaraciones en este momento.
Leí también la carta que me dirigiste. Puedo entender, por el tiempo que te he leído, que tu lucha ha sido constante y digna.
Mi conocimiento y mi lucha han sido mucho más modestos y por eso me honra la atención que tuviste, aunque también me intriga un poco, principalmente por dos razones: la primera es precisamente lo limitado de mis alcances personales; la segunda, que siendo compañeros de lucha y conociendo la particular postura de esta ante la vía electoral, busques hacer eco de tus pensamientos en los míos.
Mi procedimiento me lleva a leer tus argumentos y tratar de comprenderlos desde tu postura. Tratar de ponerme en tus zapatos. Comprendo así la lectura histórica que realizas y la angustia que existe detrás de “nos van a exterminar a todos”.
Venimos cargando con eso desde hace mucho tiempo. Los que han llevado su lucha a las armas lo saben y lo viven en carne propia, a diferencia de los que nos mantenemos luchando desde las letras, haciendo lo que nos corresponde. Nuestro riesgo es menor pero eso no significa que no comprendamos y sintamos el riesgo de los que están en la lucha armada o de los que están siendo asediados, atemorizados y asesinados aún sin estar en la lucha. Todos tenemos esa misma prisa por el cambio. Si bien, para algunos, nuestras necesidades elementales están cubiertas, no hay día que no veamos la desigualdad y la miseria y sintamos la prisa. Pero al asumirnos como radicales y adherirnos al zapatismo tomamos conciencia de que la salida es una y no hay salidas de emergencia.
Quiero aquí, hablarte de algo que conozco. Hace ya muchos años viví una experiencia de prisa por encontrar una salida. Por puro gusto me metí a un río subterráneo del que sabía iba a tardar más de ocho horas en salir. Se parece mucho a este proceso de adherirnos a una lucha. Entramos a un río por el que ya otros han pasado. Vamos hacia delante por un camino abierto por el constante correr del agua. Ahí adentro todo es oscuridad y solo estamos provistos por pequeñas luces que nos muestran apenas uno o dos metros adelante del camino. Pero sabemos que el camino existe porque el agua fluye y con ello constatamos que el agua siempre encuentra la forma de salir, que tras años y años de pasar crea una salida. A la mitad de ese río hay una abertura en el techo del túnel que lleva hacia el exterior, le llaman “La Claraboya”. Para llegar a esa abertura, lo que sería el equivalente a una salida de emergencia, hay que trepar. Implica un enorme esfuerzo físico e implica también elegir un camino vertical. Implica incluso, valerte de otros para subir. Esa salida de emergencia sólo existe para los que sean capaces de llegar a ella. No es para todos.
Pensar en este momento que una persona como Andrés Manuel López Obrador puede llegar al poder con un gobierno de izquierda y limitar la voracidad del sistema que quiere eliminarnos a todos, es como querer salir por la Claraboya [haciendo la necesaria acotación de lo que gobiernos de esa supuesta izquierda han hecho, tales como el de Gabino Cue o Ángel Aguirre, que con buena voluntad o sin ella no han logrado modificar el sistema y al contrario, se han visto llevados por la inercia de éste y comenten los mismos atropellos que otros gobiernos del color que sean, porque esa es su función]. Esta salida tiene sus riesgos: caer, el primero, o que nuestros ojos después de pasar tanto tiempo en la oscuridad ante el brillo de la luz se cieguen momentáneamente. Lo verdaderamente preocupante es que la Claraboya es más una distracción que una solución posible. La realidad sigue siendo aplastante: no es una salida para todos.
Por eso mi decisión es seguir caminando siguiendo el curso del río. Seguir caminando con los que van delante, con los que vienen conmigo y por los que vienen detrás, porque sabemos que el agua, por la fuerza de insistir en un camino, puede llegar a romper la piedra y hacer una salida donde sí quepamos todos. Y el agua fluye, solo hay que seguirla.
Reciba un abrazo. Y seguimos en la lucha.
Reciba un abrazo. Y seguimos en la lucha.
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