domingo, 5 de octubre de 2008

Tijuana makes me happy

Mexicali nos recibió con un golpe seco. Calor. Más de lo que había sentido yo en mi felina vida. Sabíamos que teníamos que buscar opciones para salir de ahí, el aeropuerto está lejos, lejos del centro de la ciudad. Doña Carmen y Don Marino nos rescataron del desierto. Eso suena muy dramático y pudo haber sido cierto y pudo haber sido peor. Pero caminar a la orilla de la carretera bajo el sol de medio día, no me suena a otra cosa.



aquí, Nahuii rogando que el "sólo me pasa a mí" no la encontrara en Mexicali

Nos dejaron ya en las orillas de la ciudad, y de ahí en bus hasta la Central de autobuses. (ver fotos post anterior) Salimos para Tijuana con muchas expectativas, pues antes que eso pasaríamos por La Rumorosa, donde contamos con un experto guía que nos dio lo que yo llamaría el “Rumorosa Fantasy Tour”. Por un lado, El Centinela, por el otro, la desolación que deja una laguna salada al desvanecerse. Estábamos a 6 metros por debajo del nivel del mar y nos esperaban 85 curvas en las que las piedras son testigos eternos de los cientos de autos que han caído por los desfiladeros.



Uno no entiende cómo la gente arriesga su vida cruzando a pie por ahí para llegar a los yunaites

Nuestro guía se empeñaba, en que distinguiéramos a lo lejos las enormes tuberías por las que Mexicali envía agua a Tijuana. Luego subimos a más de 1200 metros sobre el nivel del mar, en lo profundo pudimos distinguir un oasis, luego supimos que también por ahí hay, hubo, plantíos de marihuana. Hubiéramos hecho escala técnica, caray.

garra de gato y pata de princesa, por fin en Tijuana

En Tijuana, luego de algunos minutos de espera, mientras apenas podíamos creer que finalmente estuviéramos ahí, tan lejos de casa, lo más lejos que había estado hasta entonces, pudimos por fin, reunirnos con nuestras anfitrionas Dulce Geisha y El Alacrán, quien venía acompañada por Carolina.

Enfilamos así hasta el hotel que amablemente nos procuraron. Y el gato se sintió gato de angora. Luego del tantas horas de viaje, lo que mis huesos rogaban era un refrescante baño. Ya listas, buscamos algo que comer y luego nos dirigimos hacia el siguiente abrazo entrañable: i. En el camino, recordé esa noche en Río Mixcoac, y las veces que he deseado que aquello de “esperando que el azar nos junte a los dos” se haga realidad, cuando en ese momento, ya era eso.

Seguimos escuchando al caracol, su habla es muy poderosa, sigue el pulso.

Escuchamos el poema de i en otra voz y la voz de i con otros poemas. Los ebrios y locos poetas siguieron, y fue necesario emprender la retirada para llegar a otro momento que tengo capturado en la memoria: El mar dividido.

Nos llevaron al Faro de Playas, ese punto donde un muro representa una cicatriz que está más en los corazones que en los mapas. Y el agua del Pacífico baño mis pies por primera vez. Extraño animal es el mar de noche. Eterna invasora es la arena, que se pega en la piel y te recuerda, que hay cosas que nacieron imborrables.

De ahí, el regreso entre la niebla de la carretera fue rápido, en menos de una hora ya estábamos en la Zona Roja de Tijuana, en el “Zaca” donde la marihuana corre libremente y un enorme ventilador invita a sentirse protagonista de videoclip, luego en el Dragón Rojo, de dónde huimos antes de enterarnos qué es el ballenato eléctrico, y terminamos, en ese cuasi mítico lugar del que nuestras anfitrionas ya nos habían contado: El Dandi del Sur.



Lo malo fue que yo ya pedía esquina, luego de diez días sin dormir metida en el trabajo que pagaría el viaje, con el estrés del vuelo, el viaje en autobús y las dos horas de diferencia a cuestas. Luego de eso, tendremos carrilla para rato, pues nuestras anfitrionas andaban como lechuguitas frescas. Nos fuimos a dormir y así terminó el día uno.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Te atreviste a contar las curvas?¡
jajajajajaa¡¡¡

Anónimo dijo...

No te acuerdas que eso nos lo dijeron en el Rumorosa Fantasy Tour??