No puedo distinguir
ningún presagio alentador
una mínima señal
alguna luz…
Luego del impacto, abro los ojos. Una lluvia atroz cae sobre nuestras indefensas cabezas, la gente gesticula y vocifera. Todo sucede tan lento que me siento en una película joligudense. Sigo sin creer que esto está pasando, aunque siempre hay signos que lo advierten, signos que no vemos, que no queremos ver. Más vale que me haga a la idea.
Entre las ruinas, pienso en el mundo que alguna vez tuvimos, el que sólo disfrutamos y no nos preocupamos por cuidar, cuestión que, ante esta devastación, se hace evidente.
Miro tus ojos y me revelan que no importa lo que haga, ya no estás ahí, conmigo. Suelto tu mano que me sujeta ya sin la fuerza con la que alguna vez lo hizo. Me tengo que ir, debo correr aunque te deje ahí, a la deriva. Más a la deriva estoy yo, que por el dolor que siento, sé que sigo viva. Balbuceo algo así como un adiós, aunque ya no hay palabras que puedas llegar a escuchar. Tengo que irme antes que todo me caiga encima.
Con la sorprendente agilidad del que corre para salvar su vida, bajo la escalera, en la calle, la penumbra lo envuelve todo. Las calles tranquilas por las que hace unos minutos caminábamos, son ahora un caos, la vorágine. Es el fin.
Transito sin rumbo y sin querer, deshago el camino andado, me pregunto si todavía me puede servir de algo el celular que tengo en las manos. Me siento desfallecer, me eclipso, me apago. Con mis últimas fuerzas, busco un número entre mis contactos, estoy temblando. Al encontrarlo, titubeo unos segundos pues lo que estoy a punto de hacer no es fácil, respiro y finalmente lo borro.
Levanto la frente y contengo las lágrimas, la llovizna sigue, la gente habla y sonríe alrededor.
1 comentario:
Chale!!! ya me paso!!!
Resulta curioso que a veces la única cosa que nos une a persona especial es su número y o su e-mail. Y a veces ni eso, solo su aparición en libro de visitas.
Un abrazo.
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