martes, 1 de julio de 2008

Noir

He aquí mi más reciente metatexto. La instrucción era sencillísima: describe una estampa. Eso sí, posteo la versión corregida y revisada, ja.

Hacia abajo, en lugares donde el agua es poco profunda y nítida, es posible ver piedras, miles de millones de piedras: pequeñas, grandes, redondeadas, filosas, en colores que van del gris brillante al negro, pasando por aquellas raras, de extraños minerales que les dan tonos rojizos o azules que reposan en su cama de fango y arena. En lugares donde el agua es más profunda y se vuelve insensiblemente turbia, agua marrón que todo lo envuelve, no se sabe si se está a poca distancia de una superficie salvadora o si ahí debajo se extiende un inmenso abismo.

Ahí donde el haz de luz halógena alcanza a iluminar las paredes, se constatan las batallas milenarias en las que la fuerza del agua, a través de millones de impactos con las mismas piedras que ves, ha creado ese inmenso espacio.

Esas paredes, acariciadas por el agua que moledea en ellas caprichosas formas, en algún momento se convierten en techo, guarida de murciélagos, arañas y demás insectos, que se guarecen en las amenazantes construcciones que de no ser por la luz, jamás sabrías que están sobre tu cabeza.

Hacia atrás el paisaje es conocido, hacia adelante el paisaje promete siempre sorpresas. Además considera que no hay nadie más en muchos, muchos kilómetros…

Ahí dentro no hay día ni luz ni sol, sólo existe la inmensa y negra noche.

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