lunes, 12 de noviembre de 2007

Esto es palabra de Dios

November 6, 2007

noviembre 2007

Filed under: Postales — José Manuel @ 2:28 am

La voz normalmente es lo último que se graba en un disco. Supongo que esta práctica proviene desde que se invento la grabación por canales, quien sabe cuándo ¿Porqué no grabar primero la voz y construir el resto sobre de ella? Claro, sería muy loco; no se si haya discos hechos así. La cosa es que la voz es delicada, y en una canción se supone que todo gira en torno a ella, aunque sea lo último que se graba. Pero en la mayoría de las grabaciones en que he participado, por dejarse para el final, normalmente las sesiones de voz acaban siendo maratónicas y acompañadas de prisas. Urgencia por terminar, expectativas. Esta vez es diferente. Las circunstancias se han acomodado de tal manera, fundamentalmente por el tiempo disponible de Lalo Del Águila (un verdadero rock-star), que las voces las hemos hecho de manera intercalada. Y eso es un lujo para mí.

Así que, los días que podemos grabar, subo al cuarto de voces en el segundo piso del Submarino y canto. Desde ahí no puedo ver a mis productores, Alfonso y Del Águila, quienes en el cuarto de control escuchan cuidadosamente lo que voy cantando. Pero por una ventana puedo ver las copas de un par de árboles y el atardecer de la Ciudad de México. Porque las grabaciones empiezan en la tarde, las mañanas no son buenas casi para nada, menos para cantar. Mientras canto no pienso, sólo siento y veo las nubes. Siento el sonido de las palabras; ya no su significado, pues ese lo pensé cuando las escribía, sino los ritmos y melodías que generan. Pero cuando terminamos una toma, o incluso al otro día, tengo el chance (¡el lujo extremo!) de corregir alguna entonación que no nos convence, o alguna palabra que no me gusta como suena.

Son los últimos e inevitables ajustes a las letras. Siempre pasa que una palabra se veía mejor escrita que como suena. Pero finalmente, por más ajustes que se hagan a las rolas, uno termina. Claro, podríamos seguir toda la vida dándole vueltas a una sola canción, pero tampoco somos taaaan obsesivos, ni tenemos paciencia para ello. Y hay una sensación curiosa al momento de terminar: sabes que la canción que llevas trabajando desde quién sabe cuánto tiempo esta a punto de irse. Y siempre se van.

Hace un par de semanas comí con alguien a quién le gusta La Barranca. Me contó una historia increíble de una rola de nosotros que le representó algo muy significativo en cierta etapa de su vida. Luego me dijo: gracias por tu canción. Y yo le dije, esa ya no es mi canción, es tuya!

Así que estas sesiones de voz son casi los últimos momentos de intimidad amniótica con estas rolas, antes de que se vayan. Y se vale disfrutarlos. Después de todo, una de las razones para hacer este disco fue encontrar otras formas de cantar.

Ya con la voz, las canciones están cerca de su forma final. Claro, falta la mezcla, pero esta vez Del Águila también se ha dado el lujo de ir medio mezclando conforme grabamos. Así que tenemos una buena idea de cómo van sonando. Y estamos contentos.

Mientras vamos en esto, nos enteramos del nuevo disco de Radiohead, o concretamente de la forma en que lo están sacando al público: a través de su propia página, como descarga virtual donde cada quien paga lo que quiere o lo que considera justo. Un gran golpe para lo que queda de la industria: adiós tiendas, adiós disqueras, para empezar. Tal vez también adiós a los discos. Por supuesto, no son los primeros en hacer una cosa así. Antes de ellos otros lo intentaron, pero eran por lo general artistas con expectativas de ventas mínimas. Radiohead es la primera banda que de cualquier manera hubiese vendido cientos de miles de discos por los canales de distribución normales. Eso es lo cabrón. ¿Quiere decir esto que los CDs pasaron a la historia? Siempre preferí los viniles, sin duda, pero al menos el CD sigue siendo un formato físico ¡y apenas lleva 25 años de existencia! ¿Que va a pasar con los empaques y el arte de las portadas? En especial con el de ESTE disco, donde Gilberto ya va muy adelantado con la el diseño y la tipografía que se me apareció en San Petersburgo.

Bueno, para empezar tendría que contar porqué andaba viendo tipografías en San Petersburgo. En marzo y abril de este año trabajaba haciendo la mayoría de las canciones que conforman este disco. Se podría decir que lo hacía con fervor, aunque más bien la sensación era la de estar haciendo algo “desesperadamente necesario” para mi. Me había reencontrado con el placer de terminar las canciones, trabajándolas en cualquier lugar. Siempre he envidiado a pintores, escritores y a quienes normalmente escuchan música mientras trabajan, cosa que obviamente no puedes hacer mientras haces música. Pero por esas fechas recuperé una posibilidad muy chingona que tiene ésta, por encima de la pintura por ejemplo: puedes hacerla mientras caminas, mientras vas en el coche o en un avión. O en una bicicleta. Desde este punto de vista, tu oficina está en todas partes.

Y así, voy muy contento a mi trabajo. Tengo que hallar los hilos del tiempo nuevo, de lo que sigue, en medio del caos de la dificultad inicial.
Palabra-paisaje
Transmutar esta sensación de estar vivo en sonidos y palabras. Hacer una canción que abarque todo y que sea mejor a las que ya he hecho. O que abarque sólo un segundo pero desde un ángulo nuevo para mi. Conectarme con esa parte del cerebro (o del corazón o del hígado) que transforma las palabras en melodía y viceversa. O mejor dicho, que toma una idea y la transforma en palabra cantada.
Esa es la tarea.
Como pescar o como forjar un metal: como dar martillazos en el aire. Un aire al rojo vivo que sin embargo se dobla, se moldea poco a poco en busca de la claridad. O una imagen dentro de eso que nos haga pegar un salto. Que nos levante por los brazos como un padre a su hija de dos años y nos ponga de cabeza. O encontrar una palabra deliciosa, una que se pueda morder, como fruto redondo, solar, goteante. La belleza debe de ser comestible.
Palabras-mecanismos-andamios.

Y así la familia de gatos que demandan mi atención va creciendo. De pronto hay más de 20 ideas por ahí, y no hay sensación mejor que esa. Conforme iba terminando estas canciones, o al menos llegando a una cierta comprensión, naturalmente surgía el deseo de convertirlas en un disco. Y ese deseo no tarda en transformarse en urgencia. Estas músicas apuntan en una dirección que me parece impostergable. Pensé, ¿en una situación ideal, cómo me gustaría grabarlas? Consideré algunos nombres y combinaciones. Y mi primera opción, claro, fueron Fong y André.

Les planteé la idea a ambos y estuvieron de acuerdo. De hecho, Fong puso una condición: está bien dijo, pero grabemos también Nueva Vida, la canción que apenas hacía un mes me había enviado. Eso me pareció un plus, pues esa rola me gustó desde el primer momento. Hablamos también con Lalo Del Águila pues él no sólo sería parte de una situación ideal, sino elemento fundamental para poder hacer cualquier cosa en el sentido que imaginaba. Lalo dijo que podíamos contar con él, y se que cumple su palabra. Pensé que quizá habría también otros invitados más adelante, pero con estos tres ya existía un equipo absolutamente sólido para empezar. Un equipo capaz de enfrentar cualquier empresa, y con el cual en verdad ya no hacía falta nadie más. De hecho, los nombres de los otros invitados se me empezaron a desdibujar, sin nunca haberse concretado del todo.

Había una oportunidad de juntarnos a fines de mayo, dado que Fong vendría por esas fechas a México. Así que preparamos todo para tener una sesión en el Submarino: rentamos algún equipo, pusimos cuerdas nuevas y parches a los instrumentos, escogimos un puñado inicial de canciones.
Cuando Fong llegó a México lo primero que hicimos fue hacer un pacto. Normalmente en cualquier grabación hay discusiones, roces, diferencias de opinión. La experiencia nos ha demostrado que las más de las veces eso sólo es una pérdida de tiempo y energía. Esas discusiones suelen ser sobre detalles nimios: una nota, un golpe de platillo, la duración de un acorde. Detalles que pierden relevancia con la perspectiva que da el tiempo. Así que acordamos que esta vez la única condición para estas sesiones sería no hacerla de tos. No enredarse. No hacerla de pedo y permitir que la música se diera.

Una vez establecido esto, prendo un pequeño pebetero en el estudio y mientras se levantan sus llamas empezamos a tocar. Habría mil cosas, verbalizaciones y teorías que se podrían elaborar en torno a lo que está por suceder. Pero es mejor que la música hable por sí sola.

Lo primero que intentamos es una pequeña pieza instrumental que gira en torno a una melodía de bajo. Desde el principio Fong y André cambian el tempo y el enfoque. Mientras la tocamos por primera vez me doy cuenta de lo lejana que está ya del demo original ¡es infinitamente más viva! Tras unos minutos nos vamos reencontrando con nuestros sonidos y con el sonido que hacemos entre los tres. No hay mucho que decir, no hay mucho que explicar: la cosa suena. Para la segunda vez que pasa la melodía, Federico la ha convertido en algo absolutamente abstracto. Pero funciona. Tan así que Alfonso y yo mejor le abrimos paso.

Esa misma tarde tenemos ya una toma que nos satisface. Para la noche, tenemos también una toma de Corcel, la primera canción con voz, que hemos escogido por su sencillez. Esta también cambia radicalmente. Fong y Alfonso crean una base mucho más funk de lo que imaginaba yo, pero que establece un mejor contraste entre las partes. El primer día, entonces, arroja resultados por demás alentadores. Y estamos eufóricos. A Alfonso, a Del Águila y a mí nos fascina la musicalidad que emana de las grandes manos de Fong: es como si no tuviera que esforzarse.

Con esa dinámica trabajamos cuatro días más. Días rápidos que sin embargo parecen durar más de 24 horas. No había nada realmente planeado así que todo se resuelve en el momento. Arreglos, nuevas partes, cambios de perspectiva. Pero todo fluye con una lógica propia que nos sobrepasa. Y esa lógica parece ir tomando decisiones correctas. La participación de Del Águila es, por supuesto, indispensable y muy afortunada. Desde esas primeras tomas de bases logra sonidos completos, redondos. Sonidos que dan ganas de morderlos. El espíritu durante las sesiones se encuentra elevado, todos disfrutamos enormemente estar haciendo esta música juntos.

Reunimos así unas cinco o seis canciones antes de que Fong se vaya. Pero es mientras escuchamos la toma de la última, una que llamamos temporalmente Sol Raro (no por la letra, que aun no está terminada, sino por el acorde de Sol en que se basa), que me doy cuenta del sonido que esta ahí, frente a nosotros. Esa canción sufrió un reajuste radical apenas la noche anterior. Como yo la planteaba se acercaba peligrosamente al ska. Y yo no quería hacer ningún ska ni mucho menos. Así que esa noche, en mi casa, tras la sesión en el Submarino, Fong y yo nos juntamos a buscar otra posibilidad. Le dimos vueltas como una hora y al final Federico encontró otra idea rítmica. Al día siguiente se la planteamos rápidamente a Alfonso, quien la resuelve de una manera muy natural, haciendo un paso de tarola con muchos ghost-notes. La grabamos así, sin metrónomo ni nada. La canción se mueve, pero todos nos movemos con ella de una manera absolutamente orgánica. Pienso que es la mejor batería que le he escuchado a Alfonso en la vida (aunque luego hace otras que me harán cambiar de opinión).

Así concluimos esa primera sesión con Federico. Se supone que no habrá otra. El resto de las canciones que he escogido para grabar plantean otros sonidos: más acústicos unas y hasta medio electrónicos otras; loops y ese tipo de cosas. Imagino que las haré con esos otros músicos, cuyos nombres aún no tengo del todo claros. El destino de estas grabaciones tampoco está 100% definido. Sólo se que ya están echadas a andar; y que quiero terminarlas. Se también que plantean una dirección y una energía que me llama y que me va a demandar una involucración total.

Paralelamente a esto, hemos estado armando una banda para tocar en vivo el Odio Fonky y No Más Héroes Por Favor, los discos que he hecho con Jaime López. Hay dos invitaciones para hacerlo, una de la feria de San Marcos, en Aguascalientes y otra de la Ude G, para presentar No Más Héroes en Zapopan. Para ello llamamos a Carlos Maldonado, el contrabajista de Los Dorados. Durante la fiesta de la última presentación de La Barranca en El Lunario, en un momento en el que platicábamos de cualquier cosa, Carlos me dijo: deberíamos hacer algo juntos. Me gusta como toca y me gusta su actitud, así que cuando surgen esas invitaciones pienso inmediatamente en él. El contrabajo, por otro lado, le viene muy bien a la música que pretendemos hacer. De hecho en el disco hay un contrabajo en varias piezas, tocado por Agustín Bernal. Otras requieren bajo eléctrico, pero Carlos también puede cubrirlo perfectamente. En la batería, la elección de André es obvia: hemos estado muy cercanos últimamente, dispone de tiempo y a Jaime y a mi nos encanta como toca.

Así, como un trío con un front man, armamos la banda. Los ensayos resultan terapéuticos. No solo por el humor y la energía incansables de Jaime, sino porque resulta muy saludable embarcarse en esta música nueva. Es regresar al rocanrol: guitarras eléctricas, volúmenes fuertes, cero sutilezas. La exclusividad de mi dieta brasileña de música esta por concluir ¡Quiero oír a Nick Cave, a los Doors, a Las Reinas de la Edad de Piedra!

Y esto también es reencontrarse con la dinámica de hacer una banda. Otra vez, volver a empezar. Para mi, además, resulta muy refrescante ser sólo el guitarrista. No tener que preocuparme por cantar, ni por acordarme de las letras, ni por decir nada. No cabe duda que las cosas son un poco más relajadas desde esta posición.

Así, el 1º de mayo nos presentamos en San Marcos, y todos disfrutamos enormemente la experiencia. Pese a haber hecho dos discos con Jaime, él y yo nunca habíamos tocado juntos así. Habíamos palomeado en varios escenarios y alguna vez nos habíamos presentado como dueto con guitarras acústicas. Pero nunca un programa completo con grupo como este. Mientras lo veo cantar e interactuar con el público, desde mi posición a un lado del escenario, pienso en el largísimo camino que hemos recorrido para llegar hasta aquí. La primera vez que lo vi, en el teatro Carlos Lazo de Ciudad Universitaria, yo estaba entre el público y ni siquiera tenía una banda. Me impresionó profundamente. Pese a presentarse el solo con una guitarra acústica, su participación fue mucho más fuerte y rocanrolera que la de los otros grupos que había en el cartel, llenos de sintetizadores y guitarras eléctricas.

Años después, coincidimos en un bar de Coyoacán en donde yo tocaba con Sangre Asteka y él con Anexas, una banda que había armado por esas fechas. Jaime dice que le gustaba mucho Sangre Asteka, pero no se si nos hicimos cuates por eso o porque al terminar nuestras respectivas presentaciones nos quedábamos el y yo en el bar hasta altas horas de la madrugada. Producto de esas horas, unos años más tarde fue que hicimos el Odio Fonky. Y doce años después el No Más Héroes. Una cosa es cierta: durante todo este tiempo mi admiración por él no ha disminuido un ápice.
A mediados de junio finalmente se cumple la segunda cita, para tocar en Zapopan. La tarde del 15 de junio Alfonso, Carlos, Jaime y yo hacemos la prueba de sonido en el escenario del Cavaret. Mientras me acerco a mi amplificador para hacer algunos ajustes, noto que está sonando mi celular, que está colocado ahí encima. Dejo de tocar para contestarlo y en el silencio que se abre escucho la voz de Federico Fong. Está llamando desde Miami y casi sin preámbulos me dice, José Manuel, he estado pensando en lo que grabamos y para mí está claro: vamos a terminarlo y a sacarlo como La Barranca. Su llamada es tan inesperada que en ese momento no se ni que decirle. Le agradezco la llamada y le explico que estamos en medio de una prueba de sonido. Quedamos en hablarnos después. Antes de colgar vuelve a decirme, piénsalo.

Regreso a terminar la prueba. Pero la llamada de Federico no sale de mi cabeza. De hecho ya no me abandona y cuando salgo a tocar esa noche, en medio de todo lo que sucede en el escenario, en medio de las luces y las canciones nuevas, en medio de la adrenalina y el público, en medio de los tambores de Alfonso y el contrabajo de Carlos, en medio del gusto inmenso que me da estar tocando ahí, con ellos y con Jaime, esa llamada de Fong se integra a todo y hace que la noche parezca infinitamente más vibrante.

De regreso a México planteamos de nuevo formalmente el asunto, ahora con André. Sabemos que implicaría cientos de movimientos logísticos y de coordinación. Pero Fong está decidido. Y Alfonso dice que él también se suma a la idea. La música, por otro lado, ya está ahí. Sabemos a que suena y nos está llamando. Nuevamente, igual que hace doce años es ella la que nos está juntando. ¿Cómo rehusarse a eso?

De alguna manera discutimos las posibilidades. Todo resulta emocionante. Pero antes de dar el siguiente paso, que implica replantear el resto de las canciones, hacer ajustes a todas, escoger otras, quisiera tener cierta perspectiva. De preferencia. Coincidentemente tengo un viaje planeado para fines de mes, que me llevará hasta el Mar del Norte ¡Nada más alejado de México si lo que quieres es perspectiva! Así que propongo formalizar la cosa a mi regreso. El viaje es por barco, y durante las noches en cubierta, con el aire frío del báltico en la cara, pienso en la música que tenemos. Pienso en las posibilidades, en los cambios que habría que hacer, en las nuevas canciones que habría que escoger para trabajarlas. El punto más alejado del recorrido es San Petersburgo. Una ciudad majestuosa como nunca imaginé. Hay cientos de palacios y construcciones monumentales. Templos, plazas, canales. Pero igualmente atractivo me resulta el idioma y, en especial, el alfabeto. Esas letras cercanas a las nuestras, pero al mismo tiempo diferentes, con sus rasgos fuertes y contundentes. Los letreros en calles y comercios me parecen diseños fabulosos, aun cuando sean sólo palabras aisladas. Y es ahí donde, por alguna razón, al estar intentando leer algo veo claramente LABARRANCA. Lo dibujo rápidamente en una servilleta de papel y pienso: tengo que mostrárselo a Gilberto. Se que él podrá hacer algo con eso para la portada de un disco. Se también cual es ese disco y, por consiguiente, se lo que tenemos que hacer cuando regrese a México, a mediados de agosto.

JM

Pues bien, he aquí la explicación de por qué esos símbolos estarán en mi piel. Mi tatuaje se hace inminente, cada vez más significativo, absolutamente necesario.

Más o menos a esa hora de ese día, escuchaba una canción: Si acaso hay vida.

Si existes tú, existo yo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

buen texto..creo que lo que más envidio...es el viaje en barco al mar del norte!!!...jejeje...(y tocar la guitarra y escribir canciones y un largo etcetera ardillesco)

Anónimo dijo...

Te alabamos, señor.

Anónimo dijo...

Hemana gato, no os preocupeis, "Hay que compartir el amor" y eso hace...

Alacrán

A HUEVOOOOOOOO!!!