domingo, 25 de septiembre de 2005

Cuentos

Osito de Taiwán en el país de Lilihput.

Había una vez un país llamado Lilihput, con una breve y ondulada extensión territorial. La naturaleza fue sabia y generosa en Lilihput. Eso lo ha convertido en un concurrido destino turístico, aunque hasta ahora ningún turista se ha quedado mucho tiempo. Eso es un gran misterio.
Los grandes genios lo catalogan como un país contradictorio, pero encantador.

Cuando el famoso explorador y conquistador de territorios llamado el Osito de Taiwán se enteró de la existencia de Lilihput, se mantuvo distante pero pendiente de todo lo que ahí pasaba. Las guerras existenciales en Lilihput son el pan de cada día. Osito de Taiwán entendía bien de todo eso.

Además Osito de Taiwán veía un naufragio que se avecinaba, y decidió esperar pacientemente pensando de vez en cuando en cómo sería ser el primero en llegar a vivir en Lilihput. Sabía que en una era mítica hubo alguien que lo habitó por casi dos centurias, pero luego había decidido marcharse sin explicar gran cosa. Los escritos que datan de esa época tienen algunas referencias poco claras, pero ahora están perdidos en el fondo del océano Lilihputiense.

Pero sucedió algo incomprensible, luego de naufragar, Osito de Taiwán que parecía dirigir su curso hacia Lilihput, terminó anclando en una isla cercana. Siguió contemplando Lilihput desde ahí.

Una noche que ya se veía venir, Osito de Taiwán arribó decididamente a Lilihput. Posó sus pies en su territorio e inició una repentina exploración dirigiéndose a una de las principales depresiones del país, situada en el centro mismo. Ese día las condiciones climáticas eran favorables pero la arrogancia de Osito de Taiwán hizo enfurecer a las deidades que rigen en Lilihput y le enviaron múltiples obstáculos. Las voces de las deidades se hicieron oir y dialogaron largo rato con Osito de Taiwán para saber cual era el sentido de su exploración.
Llegaron al acuerdo de que Osito de Taiwán visitaría Lilihput con cierta frecuencia para disfrutar de sus bondades y escuchar la suave música que acompaña a la brisa que canta en Lilihput.

Las deidades sabían que Osito de Taiwán era un explorador inmisericorde que era capaz de destruir países enteros sin tener conciencia de ello. Por ello se mantuvieron alertas para proteger a su hermoso país.

Osito de Taiwán continuó con sus exploraciones periódicas en Lilihput, creando un mapa imaginario de cada uno de sus recovecos. Todo era delicioso, cada vez que Osito de Taiwán, esmerado y hábil explorador, iniciaba una expedición. Lilihput terminaba estremecido en medio de un temblor de tierra; teniendo el natural miedo de los hombres ante la naturaleza, Osito de Taiwán se dormía entre las suaves y ondulantes cordilleras de Lilihput.

Las deidades no comprendían lo que pasaba, temían que el verano de Lilihput las atontara y se dejaran llevar por palabras hechiceras, redoblaron esfuerzos pero se dieron cuenta tarde.

La verdad cayó sobre ellas creando una nevada que terminó con el verano definitivamente: La isla donde Osito de Taiwán había anclado se estaba acercando a Lilihput. Algo inimaginable para las leyes de gravedad y de la levedad (insoportable). Las islas que había conquistado Osito de Taiwán eran itinerantes, se acercaban.
Su intención era firmar tratados de paz y de concordia que permitieran el intercambio cultural con Lilihput.

Embelesadas con el calor del verano, las deidades no habían realizado sus labores de adivinación, acto imperdonable que tenía que efectuarse antes del siguiente solsticio, para ello, sus voces se dejaron oir nuevamente hasta llegar a Osito de Taiwán mientras dormía, embriagado en la paz de la noche, su hechizo hizo que él dialogara con la brisa y las deidades pusieron mucha atención para escuchar lo que no decía. La adivinación se consumó.

Las deidades transparentes de Lilihput tenían también el poder de hacerlo todo transparente, tocaron las palabras de Osito de Taiwán y estas se desdoblaron, de su interior salieron luciérnagas que escenificaron entre destellos una danza que puso el plan maestro de Osito de Taiwán al descubierto: unificar territorios y nombrarse comendador de todas las tierras.

Fue entonces cuando una de las deidades más antiguas, profirió las palabras certeras de la maldición milenaria de Lilihput: Ya lo sabía.

Arrastrado por el fuerte viento que originó la maldición milenaria, Osito de Taiwán quien sabía que tarde o temprano iba a ser descubierto, se retiró a su isla para idear un nuevo plan, Lilihput tiene que ser parte de su reino y no descansará hasta lograrlo...

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