La primera vez que la vi, estaba parada junto a la ventana, aunque yo sabía que el lugar estaba deshabitado no dude ni un segundo que ella estuviera ahí. Es una gran conversadora, al principio tratas de mantener cierta distancia, porque definitivamente hay algo en el ambiente cuando ella se acerca, puede ser también porque las luces están apagadas todo el tiempo y sólo prevalece la luz de las velas. Poco a poco pierdes el miedo, es cuestión de escuchar su voz. Ella era capaz de muchas cosas, podía de verdad intimidarme, pero prefería la compañía. No recuerdo precisamente de que hablábamos, los recuerdos son cruzados, confusos, a veces me veo a mí misma en otro lado. Nunca tome conciencia de cual era mi propio reflejo en los espejos.
Creo que en muchas de las ocasiones yo sólo era un espectador que nadie más percibía.
El edificio tenía varios niveles , Ella habitaba en el último piso. Lo que pagábamos de renta era muy poco para ser un edificio con elevador. Ahí fue donde la vi por última vez, cuando Carlos la engaño con esa moneda. El brillo, lo resplandeciente, es lo que a todos nos pierde.
No le gustaba salir, no creo que no pudiera hacerlo, pues hacía lo que quería sin que nadie se lo evitara, sin que nadie se atreviera siquiera a cuestionarla. Nosotros superamos el miedo, los otros, inventaban historias asombrosas sobre la causa de su muerte, historias que ella nunca aclaro, yo creo morbosamente que fue un asesinato pasional, pero es sólo lo que yo creo, de cierta forma, ella me lo decía con su serenidad, que era mas bien la resignación de quien lo ha perdido todo, todo.
Se movía siempre en los cuartos y merodeaba silenciosa con la esperanza de un grito repentino que avivara los rumores de su maldad pero esos no sucedió nunca, se veía tan normal, tan real, con sangre en las venas... la llama de la vela titilaba en sus ojos cristalinos y profundos.
Quisiera recordar más, dudo que me halla dicho mucho, era enigmática como ella sola, guardando celosamente sus razones y sus propios miedos, sus alegrías, si es que las tuvo, pues su semblante era siempre triste. Hablaba del tiempo, de las cosas que había visto durante muchos, muchos años en el mismo lugar y más aún, de lo que había percibido en cada una de las personas que pasaban bajo la ventana, y las recordaba a todas con la memoria prodigiosa de quien no puede pensar más en sí mismo. Cada vez que aparecía invadía mi mente por completo, como solo quería que la escuchara me dejaba ir y venir por la habitación ordenándolo todo, pero con mi atención puesta en ella.
Era terriblemente melancólica, eso es lo único que conservo fielmente de ella.
No sé cuánto tiempo había estado ahí confinada a nuestro departamento, los vecinos sabían de su existencia, y sabían que nunca saldría de esas paredes, que sola se había condenado. Tampoco intentaron deshacerse de ella, simplemente se acostumbraron a ver el desfile de inquilinos que no se quedaban más de diez días. Porque el diez era su número favorito, diez días tardaron para encontrarla.
Su problema de era, que en todo ese tiempo, nadie se había atrevido a escucharla.
Aunque nunca hablaba de sí misma, yo pude armar un poco de su historia por sus relatos de quienes pasaban bajo la ventana. No necesitaba verlos, simplemente cuando yo, en la mitad de la noche, escuchaba los pasos, ella decía lo que percibía de quien caminaba : -la joven que va pasando ahora está muy decepcionada, como ... y luego silencio. Así fue como poco a poco arme la historia. No me atreví a corroborar lo que pensaba, era muy poco lo que me dejaba hablar, solo cuando me veía muy contenta dejaba que le contara por qué, pues odiaba que le contara mis tristezas, decía que ya tenía suficiente con las suyas, motivo por el cual, no tenía mucho que decirle. Nos acostumbramos a pasar juntas mis noches de insomnio, ella contándome lo que le llegaba desde la calle y yo mirándola, sin poder atinar cuanto tiempo estaba guardado en sus ojos. Cuando quería que me durmiera, porque ya iba a amanecer o porque había pasado bajo la ventana un sentimiento muy tormentoso, Miraba al cielo y la habitación se iluminaba con los rayos de luz; era una forma de recordarles que todavía seguía aquí voluntariamente enclaustrada, dejaba entonces a todos esperándola y se desvanecía frente a mis ojos.
Tuve muchas suposiciones sobre lo que la retenía aquí, estoy segura de que ninguna es cierta, creo que sólo era un capricho. O tal vez esperaba que en algún momento el camino de luz no bajara para poder largarse de una vez al infierno. Eso lo supe el día que dijo:- a ese muchacho de nada le va ha servir ser bueno, pobre de él y pobres de todos nosotros...
El peor día fue cuando le dije que nos íbamos de ahí, mientras llenaba las maletas trato de asustarme con sus trucos baratos para que yo le dijera a dónde nos íbamos a vivir, pero ni yo misma lo sabia, con su gran poder para sentir el dolor de los demás, supo que nos estaban separando, que mi debilitada mente no podía tener una compañía como ella... fue entonces cuando Carlos tomo mis maletas y a empujones me sacó hasta el elevador. Ella salió tras nosotros con la mirada fija en Carlos y un gesto furioso, entramos rápidamente al elevador y las puertas se cerraron, la luz se apagó, pero frente a nosotros, brillaba tenuemente la figura de Lissy, estaba ahí en el elevador... fue entonces cuando Carlos sacó una moneda que atrapo la atención de Lissy instantáneamente, ella estirando los brazos se transmutó en una voluta de luz , Carlos tiró la moneda al suelo y Lissy se hundió en ella, entonces él arrojó sobre la moneda un lienzo blanco, y nos quedamos en una completa oscuridad.
Cuando el camino de luz comenzó a bajar Carlos metió el envoltorio en una cajita de madera, yo estaba asombrada de que supiera exactamente qué hacer. Desde la profundidad de la caja escuche como nunca la feroz voz de Lissy:- ya te dije que no voy a ir.
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